25 febrero, 2012

Un poeta en Nueva Jersey … por María Santalla

Aunque plenamente integrado en EE.UU., José Manuel Muñiz Paz  sigue escribiéndole a A Illa

Seguramente se habrá acordado mucho esta semana del carnaval de su localidad natal. Union, la ciudad de Nueva Jersey en la que vive, tiene muchas bondades, pero desde luego, ninguna tiene que ver con la intensidad con la que los isleños disfrutan el entroido. En A Illa, en el barrio de As Aceñas, nació, efectivamente, José Manuel Muñiz Paz. Su historia se forja tras casi un siglo de idas y venidas familiares a Estados Unidos. El primer capítulo lo escribió su bisabuela Carmen en 1920, cuando decidió liarse la manta a la cabeza, coger a sus cuatro hijos y cruzar el Atlántico para encontrarse con su marido José. Allí nació su abuela Maruja, que poco después regresaba con su familia a A Illa. Pero era este un camino con retorno, y en 1980 la sequeira Rosa y el albañil Manuel daban de nuevo el paso en busca del sueño americano. Son, ya lo habrán adivinado, los padres de José Manuel, que les siguió un año después con su hermano. Tenían 15 y 8 años.

Treinta años después todavía guarda el recuerdo de unos primeros tiempos muy duros, en un lugar muy diferente, con un idioma que no conocía. Pero pronto hizo amigos. Algunos, emigrantes gallegos como él; después, también nativos. Pronto llegó el momento de los estudios superiores, y José Manuel se matriculó en Ciencias Biotecnológicas en Kean University. Hoy trabaja en una empresa privada, como analista químico de un laboratorio en el que se testan productos de agricultura y acuícolas con el fin de detectar en ellos contaminación o elementos carcinógenos.

Sus previsiones pasaban por regresar a Galicia en cuanto terminase la carrera, pero el amor llamó a su puerta y desbarató sus planes. Se casó dos años después con su novia canadiense y tuvieron dos hijas que hoy cuentan diecisiete y veinte años. Entonces dejó de pensar en el regreso: «Vin necesario romper ese ciclo penoso de todo emigrante, que é estar dividido en dous mundos e non vivir de todo en ningún, lonxe dunha familia ou doutra, os meus pais lonxe dos seus por vintecinco anos, agora eu lonxe deles. Se eu regresara, caeríalles esa maldición ás miñas fillas, que estarían lonxe de nós. Esa é a parte máis difícil da emigración». Pese a ello, la vuelta no está totalmente descartada: «Non sabendo que cartas che xogará o destino, o día menos pensado atópome de volta na miña querida Arousa».

Mientras, le queda la morriña. «Non creo que sexa posible vivir nun lugar máis ideal que a Arousa», dice, y enumera una interminable lista de cosas que echa de menos. Sus amigos de la infancia están en ella, igual que lo está la libertad de la que disfrutó en su adolescencia, o la «cortesía, amabilidade e humildade da nosa xente», el poder pararse en cualquier puerta o hablar con cualquiera que encontrase en la calle, o los partidos de fútbol en A Bouza o Riasón, o las playas, las dornas, la imagen de las mariscadoras, el colegio, sor Felisa, sus abuelos… Morriña, pero en absoluto tristeza, porque «cando soa a alarma cada mañá e vexo a muller e as fillas e penso no sacrificio que fixeron meus pais para darme esta vida, penso que non teño nada que botar de menos porque estou exactamente onde tiña que estar».

José Manuel Muñiz Paz

Fuente: María Santalla – La Voz de Galicia

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