31 marzo, 2012

La luz arousana en París por María Santalla

Niki de la Isla -hace años que dejó de llamarse Niki Picalitos- comienza el relato de su trayectoria una noche de 1975, cuando, con solo seis años, decidió abandonar una vida que no le convenía en A Illa y escaparse con su madre a buscar la libertad en Francia. «Tuve que irme sola, con solo la ropa que tenía puesta y una muñeca. Esperé en el monte hasta ver la luz del barco del marinero que me llevó a Vilanova». Allí, al otro lado del mar, la esperaba su madre para llevarla a París. Pero no todo iba a ser tan fácil: «Nos escondimos una semana hasta poder ir en avión a Madrid y luego hasta París». El régimen de Franco agonizaba por entonces, pero quién podía saber si llegaba de verdad el final de franquismo, así que Niki, intolerante con el totalitarismo desde que comenzó a respirar, decide dejar A Illa. «Estaba segura de que la vida que quería para mí mi padre no era la que yo quería vivir», explica.

Con esa claridad de ideas llega a la ciudad de las luces y comienza su formación en la escuela francesa. Por entonces era todavía Noelia Guillán Sánchez. Tardaría aún varios años en regresar a su tierra, concretamente hasta que a los doce pudo conseguir el pasaporte. Entonces volvió con su madre, y desde ese momento pasó allí entre dos y tres meses cada verano.

Su relación con el mundo de las artes comenzó muy temprano, siendo todavía una niña. Clases de danza, de música, de literatura, de interpretación… Así que no es de extrañar que siendo todavía una adolescente, en 1985, al mismo tiempo que A Illa estrechaba sus lazos con el continente a través del puente, Niki se lanzase en los brazos de una profesión, como artista independiente, que ya no abandonaría jamás.

«Hice pelis para la fundación Abbe Pierre, que ayuda también a gente con problemas de alojamiento. Mis películas sacaron de la miseria a cada persona que grabé, y por eso me encantó», afirma. Pero no es eso lo único que ha hecho para ayudar al prójimo. Robert Doisneau, su fotógrafo favorito -autor, entre otras muchas imágenes, del tan conocido beso de una pareja en las calles de París-, comentó un día con Niki el poco conocimiento que había en el sector sobre el estatuto del artista y sus ventajas. Esa idea comenzó a dar vueltas en la cabeza de esta isleña inquieta, hasta que desembocó en la creación de una oenegé, Nexo, que acumula ya dos décadas de experiencia. A través de ella, ayuda a la inserción profesional de los artistas independientes y les explica cómo gestionar sus derechos de autor. Después de veinte años de actividad, «por fin salió una ley que va a subvencionar la formación profesional de los artistas, y eso es lo que he podido mejorar en el país que me acogió para darles las gracias».

Fuente: María Santalla – La Voz de Galicia

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